Carta de Amparo Gómez

Estimado Sr. Presidente del Gobierno,
Estimados Sres. Ministros,

Antes que nada, quiero agradecerles el sincero interés que demuestran en cuidar de la salud de los españoles.  Estoy segura de que las medidas que están tomando ustedes para prohibir las “prácticas pseudocientíficas” han sido largamente meditadas desde una conciencia del bien común que debe tener todo gobierno democrático.

Sin embargo, hay algunas cuestiones que me gustaría que nos aclarasen, ya que, en el caso de personas como yo, que no tengo formación suficiente, no llego a comprender.

En primer lugar, no sé por qué los videos divulgativos que han publicado tienen que tener un tono de broma y de burla, cuando se trata de un tema tan serio como es la salud. Personalmente, no me gusta que la gente que me representa nos tome por tontos.  Tampoco me gusta que el Gobierno de mi país se burle de las opiniones, creencias y acciones de muchos de los ciudadanos. Estoy segura de que esa no ha sido su intención, pero creo que los chistes deben quedarse para sus tertulias.

En segundo lugar, hablan ustedes de prácticas que no tienen ninguna base científica.  Quiero decirles que estoy completamente de acuerdo.

Cuando Galileo trató de convencer a príncipes y cardenales de las teorías de Copérnico, la gente de su tiempo – esa Iglesia que tanto critican ustedes por rancia e intolerante – no pudo entenderlo.  Con el tiempo, el conocimiento humano avanzó lo suficiente como para demostrarlo.

¿Se han planteado ustedes que hay cuestiones que no resuelve la ciencia porque quizá todavía no sabemos lo suficiente?

Hay personas que pueden ver hologramas energéticos de otras. Hay otras que sienten la energía a través de sus manos. Ustedes no. Ustedes no las creen. Otras personas sí. ¿Por qué tienen ustedes razón? ¿Acaso son ustedes tan sabios como el Papa Urbano VIII? No voy a entrar en esta cuestión, pero ustedes se autodenominan como un gobierno progresista… curioso.

Miren, yo sé pocas matemáticas, pero sé cuánto les interesan a ustedes las estadísticas, sobre todo cuando se trata de temas electorales. ¿Pueden hablarnos de estadísticas de fracaso que hay en la llamada medicina tradicional? Deben de ser bastantes casos cuando las personas acuden a las “pseudociencias”.  Conozco a poca gente que acuda a estas terapias sin haber sido desahuciada antes por los médicos.

Tengo mucha confianza en los profesionales de la medicina. Han salvado la vida a familiares y amigos muy allegados. Les admiro y considero mucho más que muchos políticos. Me constan que son los más interesados en cuidar de nuestra salud. Les he visto sufrir con sus enfermos y buscar soluciones a sus problemas. No pienso renunciar a acudir a sus consultas.

Pero, si ellos no me dan una solución, ¿tengo que conformarme a padecer de por vida una dolor crónico, un traumatismo? ¿Por qué negarme una terapia que puede aliviarme? ¿Está la medicina al servicio de las personas o somos las personas esclavas de la medicina?

Entiendo que piensen que hay quien pueda aprovecharse de la desesperación de un enfermo para ganar dinero.  Pero igual que tantos políticos se han aprovechado de los que pagamos impuestos (sí, son “impuestos”, no “voluntarios”) para enriquecerse. ¿Es más ético, quizá? Yo no pienso que todos los políticos son unos ladrones, igual que no pienso que todas las personas que realizan terapias complementarias son charlatanas.

Miren, señores del Gobierno.  Yo tengo las dos rodillas artrósicas. He padecido dolores crónicos desde hace 12 años.  En 2016 a una afamada clínica del País Vasco donde me inyectaron ácido hialurónico, advirtiéndome que sólo parecía funcionar en un 30% de los pacientes.  No tuve suerte: estuve entre el 70% restante.  En 2017 me inyectaron mi propio plasma en una conocida clínica traumatológica de Madrid.  Tampoco tuve suerte.  Por cierto, en ambas terapias me gasté cuatro meses de mi suelo, ya que la Seguridad Social no paga estos tratamientos.

Hace mes y medio que me inyectan árnica en las manos y las rodillas y desde hace dos semanas puedo subir y bajar escaleras sin ningún tipo de dolor.  ¿Me están engañando? ¿Es un placebo? Pues ¡mira que bien! me han quitado el dolor sin efectos secundarios! “Con agüita”, que me ha dicho un traumatólogo, con cierta sorna. Y me ha costado 170 euros.

He sido intervenida dos veces en mi pie derecho por dolores neuropáticos y tras las dos operaciones me he quedado con el pie dormido, el tobillo rígido y dolores crónicos. Por supuesto, tuve que firmar que asumía los posibles riesgos de no quedar bien.  Nadie tiene la culpa.

He sido tratada con magnetoterapia y cromoterapia y el dolor ha descendido considerablemente. La persona que me trató además me ayudó a cambiar mi actitud frente al dolor.

Mi pregunta es: ¿Tienen ustedes derecho a privarme de algo que me quita el dolor?
Y si es mi propia sugestión… ¿por qué no me permiten tenerla, si me hace bien? Y si el médico no me ayuda ¿tengo que renunciar a la ayuda psicológica que me aporta la persona que me practica la terapia complementaria?

Vuelvo a su argumento de que no existe base científica en estas “pseudoterapias”. Completamente de acuerdo ¿Y qué?

Hace unos años, en un hospital de Bolivia no tenían suficientes incubadoras para los niños prematuros. Pidieron voluntarios simplemente para coger en brazos a los bebés y darles calor. Se demostró que estos niños se desarrollaron más rápidamente y mejor que los que ocupaban las incubadoras.  Por favor, señores del Gobierno, explíquenme qué base científica tiene esta práctica, que se realiza ya en muchos sitios.

Muchas mujeres en edad fértil, sufrimos en la mayoría de los casos alteraciones emocionales durante el período que se conoce como síndrome premenstrual. También pasa en muchos casos de menopausia, o durante el embarazo ¿Qué base científica explica cómo las hormonas influyen sobre las emociones? Si, hablemos de nuerotransmisores, nervios, etc. Pero ¿por qué no nos pasa a todas las mujeres lo mismo? 

Por favor, queremos una explicación científica

¿Por qué las matronas de la seguridad social preguntan a las embarazadas si su hijo es un hijo deseado? 
¿Por qué los niños que son amamantados, crean un vínculo afectivo con sus madres que les fortalece el sistema inmunológico?
¿Por qué los enfermos de cáncer que reciben apoyo emocional mejoran en mayor porcentaje que los que no lo tienen?
¿Por qué los oncólogos hablan de lo importante que es la actitud para superar esta terrible enfermedad?
¿Por qué cuando un médico da una “sentencia” a un enfermo, se ha demostrado (no científicamente) que se convierte para éste en una profecía de autocumplimiento?

Por favor, queremos una explicación científica.

¿Por qué confían ustedes en los ultrasonidos y no en las terapias del sonido? ¿Por qué confían ustedes en los infrarrojos y los ultravioletas y no en las cromoterapias? ¿Es que ven u oyen mejor unas que otras?

En 1944 se demostró que el ADN era el material genético de los seres vivos ¿Significa eso que en 1943 (cuando no se sabía) el ADN no era material génetico?

Elizabeth Blackburn (Univ. de California), Premio Nobel 2009, ha investigado cómo los efectos del midfulness ralentizan la degradación y acortamiento de los telómeros, provocados por el estrés que soportamos. 

Por favor, queremos una explicación científica (estoy segura de que esta señora nos la dará pronto, pero de momento, estamos como Galileo).

El Profesor Kabat-Zinn, fundador de la Clínica de Reducción de Estrés del Hospital Universitario de Massachussets, no es médico, pero es profesor de Medicina emérito en la Massachusetts University Medical School. Les recomiendo, Señores del Gobierno, que lean su libro “Vivir con plenitud las crisis”, donde podrán recabar información sobre lo poco que sabemos sobre la salud y la enfermedad. Pregúntenle a él por las curaciones milagrosas.

Para finalizar, muchas gracias por preocuparse por nuestra salud, pero sólo dos advertencias: no somos tontos y bromitas y burlas… las justas.

Les deseo de corazón que no tengan nunca que enfrentarse a una enfermedad para la que la medicina tradicional no tenga respuesta.

Un saludo,
Amparo Gómez.
Ciudadana española.

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